Las altas capacidades son reto para las familias y el sistema
Los alumnos con altas capacidades precisan una atención especial, de ahí la importancia de detectarlos a tiempo para atajar el fracaso escolar. Sin embargo, el sistema educativo en su conjunto no ha afrontado todavía con suficiente rigor y recursos, como identificar a estos niños y niñas y atenderlos de forma adecuada a sus necesidades.
Aunque hace décadas que las autoridades educativas españolas vienen alertando de la importancia de atender las necesidades de los niños y jóvenes con altas capacidades (AACC), en la práctica se ha avanzado poco. A pesar de que tanto la normativa estatal como la autonómica confirman que se trata de alumnos con necesidades educativas especiales, las estrategias que se están llevando a cabo para potenciar su excelencia son insuficientes.
Es necesario concienciar a la comunidad educativa, padres y a la sociedad en general de la especial problemática de todo lo que rodea a la alta capacidad.
El problema es que para las Administraciones no es una prioridad la atención a las AACC y, por tanto, no ponen los recursos necesarios, ni para formación, ni para personal, ni para detección. Y si lo hacen es de manera remisa y empujada por la presión de las asociaciones o padres. Queda en manos de la iniciativa particular de cada colegio la obligación educativa de atender a los alumnos equitativamente.
En algunos casos se están poniendo en marcha clases especiales fuera del horario lectivo, pero siempre han de ser los padres los que costeen estos gastos.
En contra de lo que se pueda creer, no es fácil identificar las altas capacidades. Los alumnos que las poseen no constituyen un grupo homogéneo: algunos manifiestan importantes dificultades para el aprendizaje; otros presentan alteraciones de la conducta (obsesiones, miedos infundados), afectividad emocional deficiente, baja integración social y falta de motivación, entre otras. Es frecuente encontrar alumnos con un bloqueo emocional que dificulta su aprendizaje y silencia sus talentos. Cuando esto sucede, puede afirmarse que el alumno posee el síndrome de bajo rendimiento.
Con el fin de ayudar a detectar qué tipo de altas capacidades poseen algunos alumnos, los expertos han establecido una tipología: a los que poseen una inteligencia lógica y creativa muy alta los califican de ‘superdotados’; les siguen los ‘precoces’, alumnos que evolucionan más rápido y poseen más recursos mentales que sus compañeros, aunque con el tiempo se equilibran. Por último, están los ‘talentosos’, que poseen gran capacidad en relación a un aspecto de su inteligencia. Una vez efectuada la identificación, es preciso ofrecer al alumno una educación adecuada a sus características individuales y ahí es precisamente donde el sistema educativo falla, al no disponer de suficientes programas de adaptación y enriquecimiento que motiven a luchar a estos niños y niñas.
Dicen los expertos que la mayoría de los niños superdotados pasan por la escuela sin que nadie se dé cuenta.
«Si no se detectan las altas capacidades y los talentos, difícilmente se podrán potenciar y pueden perderse. De la familia y la escuela depende que puedan llegar a la plenitud de la madurez y ser productivos en todos los ámbitos: social, personal y laboral». María T. Gómez Masdevall
«las metodologías basadas en la creatividad, el trabajo cooperativo, las inteligencias múltiples y la potenciación del talento harían que la diversidad de los alumnos se atendiera adecuadamente, pero la organización escolar es muy rígida y no permite los cambios tan fácilmente». José Manuel Crespo
fuente: http://www.dineroysalud.es/
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