«Ama, ¿qué pasa cuando alguien se muere?», una pregunta que a todo padre le toca contestar durante la niñez de su hijo. Pero si esta interrogante la plantea una niña de apenas tres años el escenario cambia. Al igual que si un niño con cuatro años no tiene ningún problema para sumar, restar e incluso multiplicar. En ambos casos puede tratarse de niños con altas capacidades, mejor conocidos por todos como superdotados. «Si alguien mide 2 metros, nadie cuestiona que esa persona es alta, sin embargo, no hay una altura concreta a partir de la cual se considere a alguien alto. Alguien que mide 1,90 sigue siendo alto, ¿no?». El psicólogo infantil Francisco Gaita utiliza esta comparación para explicar dónde se sitúa la frontera entre los niños con altas capacidades.
El valenciano acudió ayer a un encuentro organizado por Alcagi, la asociación de niños de altas capacidades de Gipuzkoa, a la que acudieron una treintena de padres con muchas dudas e inquietudes de cómo tratar a estos niños que, muchas veces, se sienten diferentes al resto de compañeros de clase. «Todos los padres que tienen hijos con altas capacidades ven que su hijo no es como los demás. Se dan cuenta por su lenguaje, su memoria, las observaciones que hacen, su razonamiento», sostiene Gaita. Pese a que a los padres no les cuesta detectar que tienen un hijo con altas capacidades, cuenta el experto que «los progenitores tienen evidencias claras de que tienen un hijo superdotado pero el paso que les cuesta dar es el de, efectivamente, decidir que tienen uno y tomar medidas».
Lo recomendable en estos casos, según el psicólogo infantil, es «que tengan una atención educativas especial. Está más que experimentado en múltiples ocasiones que dar una atención específica a este tipo de niños es positivo para su desarrollo». No obstante, conseguir esta atención especial no siempre es fácil, tal y como lo manifestaron los padres reunidos ayer en el colegio San Luis La Salle para escuchar los consejos de Francisco Gaita.
Tratamiento especial
Algunos de los padres se mostraron molestos porque «existe una atención especial para quienes están por debajo del resto y no para quienes están por encima», reclamaba uno de ellos. En este sentido «hace 50 años que se empezó a luchar por lo derechos de estos niños y a reclamar. A los de alta capacidad todavía nos queda mucho por hacer», concluía Gaita. El psicólogo infantil contó que «en la administración no hay un proyecto concreto para ayudar en los colegios a los niños con altas capacidades». Sin embargo, en la especialización en el aprendizaje de las personas con altas capacidades «España no está a la cola, no somos ni los peores y ni los mejores pero quedan cosas por hacer. La situación no es la misma en todos los territorios. Aquí, por lo que parece, se resisten a dar pasos en este sentido. Es una cuestión que depende de las sensibilidades que se tengan en cada administración».
Esta atención específica que estos niños necesitan no tiene por qué ser solo que se les adelante un curso en el colegio.
El experto valenciano mantiene que «hay actividades extraescolares donde los niños pueden profundizar fuera del horario del colegio como, por ejemplo, en seminarios de filosofía, de química… Esto les da la oportunidad de seguir enriqueciéndose de conocimiento e ir avanzando en su educación». Estos estímulos, al contrario que ocurre algunas veces con niños de altas capacidades, ayudarán a que no se aburran.
Es un problema común en este tipo de niños que se aburran durante las clases, algo que no siempre es fácil de apreciar. «Para evitar que niños con altas capacidades se aburran en clase hacen falta diagnósticos tempranos pero para eso necesitamos un mayor conocimiento en la población y, por supuesto, en el profesorado, que no tiene la formación necesaria para saber detectar este tipo de casos. Haría falta que se les enseñara en las facultades de magisterio», propone Gaita.
Acabar los ejercicios antes que todos sus compañeros o saber hacer operaciones matemáticas que todavía el resto de la clase no ha aprendido son algunas de las situaciones con las que se puede encontrar un niño con altas capacidades. «Se da cuenta de que es diferente pero no sabe en qué exactamente es distinto a los demás. Tampoco sabe qué significa ser diferente» esa es la percepción del niño, según el psicólogo infantil. La labor del padre para Gaita es «explicarle qué le pasa y decirle que, efectivamente, es diferente a los demás. Conviene decirle exactamente en qué es distinto a los demás y en que es igual que el resto. Por ejemplo, moralmente no es mejor que el resto pero quizá tenga una gran capacidad para el violín o la ciencia».
Sin límites
Así como no existe un límite claro en el cociente que distingue a los niños de altas capacidades tampoco existe un límite de edad para diagnosticar a estas personas: «No hay un límite para detectar la alta capacidad pero sí existe un límite para introducir necesidades especiales. Una vez dejan el colegio, ya no les hace falta», afirmó el psicólogo infantil. Incluso «cuando una persona no ha ido al colegio el diagnóstico de la alta capacidad siempre es positivo. Esas personas pueden explicar las rarezas o situaciones especiales que hayan vivido a lo largo de su vida», dijo.
Al final de la charla Gaita lanzó un mensaje: «Debéis asociaros y luchar por conseguir una enseñanza acorde a las necesidades de estos niños». Los padres que acudieron a la cita se mostraron agradecidos con los consejos de Gaita.
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